sábado, octubre 06, 2007

Sara Gallardo

Ése


De todas las cosas que me han contado de esa tierra, es decir del espacio que va de Gándara a Guerrero, hubiera dado no sé qué por una.
Había que acercarse en la madrugada; mejor con niebla. Esperar hasta que amaneciera. La humedad era inmensa.
Y al levantarse el nublado, en el pasto mojado, en el rocío, era posible verlo, lejos, oscurecido.
Después la blancura aparecía. Las crines sobre un cuello de cisne, poderoso. El pecho ancho y el belfo como azul, los remos sin carne, viriles. Movía la cabeza, los telones de la crin cubrían el ojo y lo descubrían, brillante como una alhaja.
El caballo que canta. Cantaba, sí. Lo han dicho algunos que tuvieron suerte.
Cantaba.
Cómo. Con qué voz y sonido.
Yo no sé. Ya lo dije: Daría no sé qué por eso.
Por haberlo visto y por haberlo oído. Pero fue en otro tiempo, anterior.




El País del Humo. 1971

Elizabeth Bishop. The gift of losing things


No es difícil dominar el arte de perder; / hay tantas cosas que parecen colmadas por el deseo / de ser perdidas que su pérdida no es un desastre. / Pierde algo cada día. Acepta la confusión / de las llaves extraviadas, de la hora desperdiciada. / No es difícil dominar el arte de perder. / Practica después perder más, y más rápido: / lugares, y nombres, y las tierras a las que pretendías / viajar. Ninguna de estas pérdidas será devastadora. / He perdido el reloj de mi madre. ¡Y mira!, la última / o la penúltima de las tres casas que he amado se perdió. / No es difícil dominar el arte de perder. / He perdido dos ciudades, hermosas ciudades. Más aún, / vastos reinos que poseía, y dos ríos, y un continente. / Los añoro, pero no fue un desastre. Incluso perdiéndote a ti (la voz risueña, un gesto que / amo) no habría mentido. Es evidente / que no es difícil dominar el arte de perder / aunque eso parezca (¡escríbelo!) un desastre.



One art
The art of losing isn't hard to master; / so many things seem filled with the intent / to be lost that their loss is no disaster. / Lose something every day. Accept the fluster / of lost door keys, the hour badly spent. / The art of losing isn't hard to master. / Then practice losing farther, losing faster: / places, and names, and where it was you meant / to travel. None of these will bring disaster. / I lost my mother's watch. And look! my last, or / next-to-last, of three loved houses went. / The art of losing isn't hard to master. / I lost two cities, lovely ones. And, vaster, / some realms I owned, two rivers, a continent. / I miss them, but it wasn't a disaster. / Even losing you (the joking voice, a gesture / I love) I shan't have lied. It's evident / the art of losing's not too hard to master / though it may look like (Write it!) like disaster.







jueves, septiembre 27, 2007

La velocidad de las cosas


...Sólo a través de la intuición se llega al más profundo de los conocimientos. Hay un instante en que, sin saberlo, todo adquiere un mismo impulso y una misma armonía y un sonido inconfundible y preciso. El sonido de la velocidad de las cosas. El sonido de la velocidad de las cosas es el sonido que Dios hace al respirar, tan lejos de nosotros. Algo de eso hay en el segundo en que cambian las mareas o en el chasquido de los primeros copos de nieve desprendiéndose de los cielos. Pero son partes sueltas como estos huesos que ahora buscamos quien sabe para qué. Yo me refiero a algo diferente. A todo eso al mismo tiempo y en un mismo lugar. Son los contados momentos en que Dios se hace presente para los hombres y les obsequia la oportunidad de, por unos minutos al menos, sentir lo que sólo siente un Dios. Hay que estar muy atento para no desperdiciar la ocasión de saber cuán afortunados somos de no ser dioses. A esto y a nada más que a esto se limita mi forma de oración, de rendir culto. No perder tiempo en los templos pensando que Dios no escucha cuando en realidad lo único que le interesa es que, de tanto en tanto, nosotros lo escuchemos a él. Por eso no dejar nunca que la oportunidad se escape. Y cuando esa oportunidad llega, abrazarla con fuerza, reclamarla como propia por el tiempo que ella esté con nosotros...




Rodrigo Fresán
fragmento de Ultima visita al cementerio de los elefantes
en La Velocidad de las cosas
Buenos Aires, Sudamericana, 2006.

sábado, junio 23, 2007

La Tempestad. Notas breves y caóticas.

J. M. WILLIAM TURNER (1775-1851)
El alba en el castillo de Norham (1835)
  • Los Cuadernos de Turner
Al borde de la disolución...(Ver Acto IV)
Sus pinturas y sus cuadernos de notas, bellos e impalpables, parecen disiparse en el aire.
Entre 1830 y 1840 Turner realiza tres viajes a Venecia, una ciudad que lo conmueve profundamente y donde pinta obras maravillosas.
Los siguientes fragmentos están tomados del libro Venecia Negra, escrito por Javier Cófreces y Alberto Muñoz, editado en Buenos Aires en septiembre de 2003. En el capítulo VII, El cuaderno rescatado, presentan una versión de los escritos hallados en 1874 del que se conservan sólo unas veinte páginas.

La numeración (arábiga y romana) con que aparecen los textos responde a la apuntada por Turner / Están destacadas en bastardilla las palabras que el pintor prefirió escribir en italiano, por lo general, para cerrar algunos de sus apuntes.

17. He leído una vez en Finomeno que dios se complacía mostrándose en lugares húmedos. El agua sería un vehículo de la divinidad; quizá sea ése el motivo por el cual la estadía en Venecia me resulte tan perturbadora y, a la vez, un punctum caecum.
1o5. El encanto del cielo y la luz de las estrellas apartan el mundo desolado. La noche tiene los colores del mar. Navego en silencio.
CXII. La luna permanente y el agua discontinua. Así hay que comenzar cualquier biografía. Ayer viajé en una pequeña embarcación.../ Entrados en el mar, fuimos visitados por un prisma de colores que bajaba de una cúpula octogonal. Tomé unos apuntes en estado de bruma. Las hojas del cuaderno se mojaban y la tinta se diluía por efecto de la humedad, como si alguna fuerza propia se encargara de hacer desaparecer los bocetos y las palabras: comulgar.
132. Los maestros holandeses me han dado una pequeña idea: cerrar los ojos.
175. Acostumbrado a los incendios, mis ojos vieron ayer una quema de papeles en el notariado. Uno de los libros tardaba en arder, habían desaparecido sus tapas y en la humedad de las hojas resaltaban centenares de firmas. Los garabatos se retorcían deshaciéndose, desapareciendo para siempre de la victoria del tiempo. El viento se llevaba algunos papeles encendidos, la queja de los gondoleros era natural; más allá los perros husmeaban en la podredumbre.
225. No les daré lo que esperan de mí. Destruyan mis dibujos. Arrojen al mar mis apuntes. Olviden mis pinturas. Partiré hacia donde no me esperen. Viajaré sujeto a la misma tempestad que azota mi alma. Nada detendrá mi anhelo de respirar el aliento de Dios.
291. De haber sido un dios, no habría perpetuado la imagen; la imagen ha destronado la posibilidad de lo semejante. El pensamiento que busca la imagen es rastrero, aquel que busca lo semejante es divino.
para ver algunas obras de Turner: http://www.ibiblio.org/wm/paint/auth/turner/

  • Simone Weil
Todo poder es inestable, ya que los instrumentos del poder, armas, oro, máquinas, secretos mágicos o técnicos, existen siempre por fuera de aquel que dispone de ellos y pueden ser tomados por otros

Reflexiones sobre las causas de la libertad y la opresión social
(1934)
  • Jan Kott. La varita mágica de Próspero
...La Tempestad es sobrecogedora y severa, lírica y grotesca; es -como todas las grandes obras de Shakespeare- un apasionado reajuste de cuentas con el mundo real. Para comprender así La Tempestad hay que volver al texto shakespeareano y al teatro shakespereano. Hay que apercibir en ella un drama de los hombres del renacimiento y de la última generación de los humanistas. En este sentido, pero sólo en éste, puede encontrarse en La Tempestad una autobiografía filosófica de Shakespeare y el summum de su teatro. La tempestad se convertirá en un drama de ilusiones perdidas, de amarga sabiduría y de frágil, aunque tenaz, esperanza. Reaparecerán en La Tempestad, entonces, grandes temas renacentistas: de utopía filosófica, de los límites del conocimineto humano, de la unidad del hombre y de la naturaleza, del avasallamiento de la naturaleza por el hombre, de lo que amanza el orden moral. Entonces veremos en La Tempestad el mundo contemporáneo de Shakespeare: el de los grandes viajes, de los recién descubiertos continentes y misteriosas islas....


....Veremos la época en la cual se había realizado una revolución en la astronomía, en la fundición de los metales y en la anatomía, época de la unificación de los científicos, filósofos y artistas; de la ciencia por primera vez universalizada, de una filosofía que había descubierto la relatividad de todos los juicios humanos; época de los más soberbios monumentos de la arquitectura y de los horóscopos astrológicos efectuados por encargo del papa y de todos los monarcas; época de las guerras de religión y de las hogueras de la inquisición, de un lujo de civilización hasta entonces desconocido y de las pestes que diezmaban las ciudades; veremos un mundo magnífico, cruel y dramático, que de repente pone de manifiesto todo el poderío del hombre y toda su miseria; un mundo donde la naturaleza y la historia, el poder de la realeza y la moralidad fueron despojados por primera vez de la consagración teológica.


...El teatro isabelino representaba el mundo. Encima del teatro shakespeareano, en el teatro "The Globe", había un enorme dosel sembrado de los dorados signos del zodíaco que simbolizaba el Cielo. Era todavía, como en la edad media, un Theatrum Mundi. Pero un Theatrum Mundi después de un terremoto.





Continuará...